En Transición

Envejecer y rejuvenecer en política

Soy una optimista compulsiva y aborrezco esa idea que sentencia que lo "nuevo" es aquello que está condenado a envejecer. Como si el envejecimiento en sí mismo fuera algo deplorable y la novedad sinónimo de virtud. Creo que conviene profundizar y ahondar bien en el significado de lo que no dejan de ser dos adjetivos que acompañan a lo sustantivo. En este caso, a la política.

Hace unos días, la Asociación aragonesa de sociología, dentro del ciclo Las costuras de la modernidad, me invitó a participar en una mesa junto a la consultora de comunicación política Imma Aguilar en la que nos preguntábamos, más o menos, qué hay de nuevo en lo nuevo. Con esa excusa pude avanzar en un trabajo que llevo entre manos sobre los nuevos partidos en España y cuyas primeras conclusiones avanzo, para ver si nos ayudan a entender los remolinos que la velocidad de los acontecimientos políticos han formado en nuestras vidas en los últimos meses.

Una primera aproximación muestra a las claras que el calificativo de "nuevo" no es del todo útil para explicar las formaciones políticas que han ido surgiendo en los últimos cinco años. Bajo el mismo adjetivo se esconden realidades muy diversas, que van desde Ciudadanos a Podemos pasando por las confluencias municipales. Ni el discurso, ni las formas de comunicar, ni los procesos de toma de decisiones o las fórmulas organizativas dibujan un patrón propio de los "nuevos" que les distinga de los partidos "tradicionales". Sobre estos dos últimos aspectos hay pistas interesantes en este ranking sobre la calidad democrática de los partidos cuya tercera edición no tardará en ver la luz.

Sin embargo, seguimos refiriéndonos a los "nuevos" partidos cuando queremos identificar a todas aquellas formaciones que han surgido al calor de, o desde el 15M. Así las cosas, ¿tienen algo en común que nos permita entender su éxito en términos electorales? Aquí unas ideas: En primer lugar, y aunque es obvio, conviene recordar la voluntad de huir de la palabra "partido" tanto en su denominación como en sus comunicaciones. Rechazan la idea de “la forma partido”, conocedores de que es percibido como sinónimo de algo caduco, cerrado, inmovilista y propio de la "vieja" política. Como alternativa, dicen adoptar formas más cercanas a los movimientos sociales, si bien la lógica de los procesos electorales y la dinámica y organización de las instituciones ponen esto en cuestión.

Otro rasgo que comparten es que han ido incorporando prácticas en las formas de hacer política que han acabado por contaminar al conjunto de los partidos. Por ejemplo, las primarias: si bien es cierto que esta forma de seleccionar a los candidatos las venían aplicando algunos partidos en España desde mucho antes de la aparición de las plataformas, su generalización se ha producido a consecuencia de su incorporación en las nuevas formaciones como algo habitual.

Hay algún elemento más de interés, pero dos destacan sobremanera: en primer lugar, el acierto que todas estas formaciones tuvieron a la hora de leer el momento político y social que surgió del 15M y recoger su descontento. No era fácil interpretarlo, sigue sin serlo ahora; pero estos partidos supieron entender con acierto lo que las calles decían, y con eso articular un discurso que les situó de la noche a la mañana en las principales instituciones, cambiando radicalmente el sistema de partidos nacido del 78 y liderando alguno de los principales ayuntamientos del país. Fruto probablemente de este acierto, y esta es la segunda característica que comparten, hoy tenemos una clara diferencia en la intención de votos por edades, y mientras los nuevos partidos son hegemónicos en los electores de 44 para abajo, entre los mayores tienen mucho menor éxito, como muestra esta simulación.

En definitiva, las nuevas formaciones políticas comparten aquello que les hizo triunfar: El acierto –en la derecha y en la izquierda– de haber sabido interpretar lo que se decía en las plazas y reflejarlo en un discurso político y electoral. Pero la Historia ni acaba ni es una línea recta, y lo mejor que podemos hacer es intentar sacar lecciones que nos permitan entender el presente, así que además de preguntarnos, como hacíamos en esas jornadas, qué hay de nuevo en lo nuevo, conviene empezar a interrogarse ya si lo nuevo puede estar envejeciendo y si lo tradicional puede estar rejuveneciendo.

Sin conocer aún por qué caminos transitará el nuevo gobierno de Sánchez, hace unos días la SER hacía pública una encuesta de My Word con datos más que significativos: más de la mitad de los encuestados considera que la moción de censura ha sido positiva, frente a un 31% que la ve como algo negativo. Más del 40% de las personas encuestadas piensan que el nuevo gobierno lo hará mejor que el anterior. Pedro Sánchez pasa a ser el líder mejor valorado y no hay excesivo interés –según los encuestados– en convocar elecciones deprisa y corriendo. Para completar el cuadro, los temas a los que, según las personas preguntadas, el nuevo gobierno debería dar prioridad son los relacionados con el modelo económico –empleo, pensiones, desigualdad–, el modelo territorial del Estado –Cataluña, financiación autonómica–, los derechos y la transparencia –derogación de la ley mordaza, lucha contra la corrupción–, y la transición ecológica –modelo energético–.

Un segundo nivel de análisis de los datos arroja uno de lo más significativo: aquellos que mejor acogieron la moción de censura y los más optimistas hoy con el nuevo gobierno dicen ser votantes de Podemos.

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La encuesta que publicaba este domingo ABC refleja también el entusiasmo con el que el golpe de mano estratégico del PSOE ha sido acogido, pasando a situar al partido de Pedro Sánchez como el más votado. Habrá que esperar a que pase el efecto “luna de miel”, pero en una semana las encuestas han dado un par de dobles giros, mortales para unos y revitalizadores para otros.

Aunque la demoscopia haya que tomarla con total precaución todavía, lo que parece claro es que, como afirma Belén Barreiro, directora de MyWord, al explicar las conclusiones del estudio en Hoy por Hoy, se respira un aire de recuperación del prestigio de la política. Puede ser el golpe de efecto inesperado de la moción de censura, pueden ser los nombres de las once ministras y los seis ministros, puede ser el liderazgo renacido de un David convertido en Goliat como es Pedro Sánchez, o una mezcla de todo esto. Sin embargo, creo que un elemento destaca sobre los otros: el haber sabido leer el hartazgo que se respiraba en las calles, en las que se había pasado de la indignación a la perplejidad y de ahí a la rendición y el hastío, y haber demostrado que se podía. Ahora, queda pendiente ver el qué y hasta dónde se podía.

Al igual que hace ahora cuatro años las nuevas plataformas políticas tuvieron el acierto de saber interpretar el pulso de la calle, en estos momentos quien mejor sepa leer el ánimo de la sociedad española, y lo plasme en acciones políticas, sacará mayores réditos en el corto y medio plazo. Este es, a mi juicio, el factor principal, y no tanto lo nuevo o lo viejo. La intuición y el olfato en política pueden hacer envejecer muy rápido, o rejuvenecer de forma súbita.

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