Correr la milla
Opinión

Usted, señora

Actualizado

EFE

Esta semana Sigma Dos y 40db han presentado para EL MUNDO y El País dos encuestas aleccionadoras y ricas en matices. Contaban, por ejemplo, que el partido nacional con representación parlamentaria con menor porcentaje de voto femenino es Unidas Podemos. También que existe un empinado talud generacional: la conciencia feminista decae drásticamente en las mujeres a partir de los 25 años. O que un 60% de las mujeres encuestadas tenía pensado participar poco o nada en las movilizaciones previstas para el 8-M. Los puros datos dicen algo sobre la actual ola feminista. La escasa reflexión que han suscitado dice muchísimo sobre el funcionamiento de la sociedad mediática que la ha levantado. Por ejemplo, hasta qué punto la estadística ya no es tan relevante como la métrica. La desconfianza por la demoscopia ha ido creciendo al mismo ritmo que la idolatría por las redes sociales, cuyas mediciones -si es que así pueden llamarse- son el más sofisticado engañaviejos de cuantas estafas circulan actualmente.

La métrica, al contrario que la estadística, prescinde de la comparación como fuente de conocimiento e inaugura una sociología de aluvión. Cualquiera que haya sufrido uno de los llamados flames de Twitter sabe cómo ruge la marabunta y el levísimo rastro que deja a su paso. Señores influyentes meten en esas aguas estancadas sus termómetros y toman después sus decisiones, provocando así la profecía autocumplida. El marginal hipnotiza al influyente y alcanza así, por la vía indirecta, un poder de coacción social. En cuanto a la exactitud, que sí, que Tezanos, pero las métricas están tan manipuladas que hasta opera, socialmente impune, un próspero negocio en torno a ello.

La metricocracia degenera fácilmente en paidocracia pues es fácil que se confunda con la opinión pública a quien tiene la habilidad y el arrojo para usurparla. Es una forma de pedagogía inversa por la que jovencísimos henchidos de certezas le leen la cartilla a académicos e ilustrados que en la second life no son más que pollaviejas.

Quizás sea esta la razón por la que cada cierto tiempo descubramos, con alivio pasmado, que el paisanaje es más moderado y sensato y asume sus relaciones con más naturalidad de lo que creíamos. La razón por la que que usted, señora, quizás tenga hoy la incómoda sensación de que una minoría exaltada está hablando en su nombre sin que lo haya autorizado. Usted, que pertenece a ese 77% que cree que el hombre que duerme a su lado no es un machista.

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